Normalmente consideramos la palabra “no” como un término negativo, un rechazo. No hay duda que es una negativa, ¿pero de qué tipo? ¿Supone realmente un rechazo o es más bien una forma de evitar un compromiso que no deseamos?
A muchos nos resulta difícil decir que no por temor a decepcionar a los demás, pero también a nosotros mismos. Nos gusta pensar que podemos hacerlo todo, decir si a todo. No queremos admitir que nuestras energías son limitadas. A veces, ni siquiera conocemos nuestros límites y acabamos sobrecargándonos y perjudicando nuestra salud física o mental por haber dicho que sí cuando en realidad queríamos decir que no.
El rechazo de un niño
Cuando el “no” sirve para nuestra independencia emocional, se convierte paradójicamente, en una palabra positiva. Los niños, pese a ser dependientes emocionalmente, aprenden a pronunciar la palabra “no” a los dos años de edad, y normalmente no tienen ningún reparo en manifestar su rechazo. Y es que hay que tener en cuenta que los niños están íntimamente en contacto con sus necesidades. Pero, a medida que crecemos y desarrollamos relaciones afectivas, laborales y de amistad, nos cuesta más contrariar a las personas: Vamos siendo conscientes de las necesidades de los demás, y eso hace que, a veces, nuestras necesidades entren en conflicto con las de los otros de forma inevitable. Es aquí donde la independencia, enraizada en la autoestima, puede desempeñar su papel.
Las personas independientes saben que han de protegerse para ser capaces de prestar ayuda. Pero aquellos que dependen de la aprobación de los demás dirán que “sí” a menudo a pesar de sus propias necesidades. Y eso no solamente les costará tiempo y energía sino que hará que se sientan enojados consigo mismos y resentidos con las personas a las que dijeron que sí, actuarán de mala gana, lo cual contribuye en nada a la serenidad.
Es muy importante que seamos capaces de decir “no” en los momentos decisivos de nuestra vida. Pensemos ahora por ejemplo, en alguien que se convierte en abogado solamente porque su padre lo era, cuando en realidad su pasión y su talento estaban dirigidos a la medicina. ¿Tú cómo crees que esa persona se sienta?, ¿estará feliz? ¿Se sentirá realizado? No ¿verdad? Las personas que son independientes toman decisiones y se responsabilizan de ellas.
Una negativa sin culpa
Tenemos que volver a aprender a decir que no, como cuando teníamos dos años de edad. Debe ser un “no” sereno y libre de culpa, fundado en el conocimiento de nuestras fuerzas y capacidades en un momento dado. De hecho, tampoco hay una necesidad de que sea una negativa abrupta, sino que podemos explicar honesta y brevemente por qué nos negamos
En este sentido, el tema de la culpa es crucial. Si dependemos emocionalmente de una persona, es probable que nos sintamos muy culpables si nuestros deseos no coinciden con los suyos. Ello ocurre porque esperamos que esa persona nos de seguridad o felicidad., ella, por su parte, desempeña su papel proporcionándonos lo que creemos queremos. Llegado a este punto, nos sentimos en deuda y culpables sino complacemos sus deseos. Pero esto nada tiene que ver con la culpa legítima que supone una transgresión o un agravio reales, sino que más bien se trata de la fantasía de deber algo a una persona de la que esperamos de forma irracional que nos haga felices.
Relaciones basadas en la comprensión.
A diferencia del “si” inmaduro de las personas que siempre quieren complacer, el “no” adulto es una palabra que corresponde a un ego maduro y desarrollado. D e este modo, las personas independientes, que saben estar solas, que se conocen bastante a sí mismas y que aceptan sus limitaciones sin menoscabo de su autoestima, aportan fuerza, honestidad y riqueza a sus relaciones. Son relaciones que nunca se verán afectadas porque uno diga “No puedo verte este fin de semana” o “No me gusta ese vestido, no te queda bien”, porque se erigen sobre un terreno mucho más firme que la obligación o el halago. Estas relaciones están construidas a partir del respeto y de la mutua comprensión
Y es que el “no” dicho serenamente y sin culpa es una palabra mágica capaz de crear en nuestra vida nuevos espacios, nuevas posibilidades. Te invito a que inicies practicando el “no” y notes como poco a poco vas desechando ese sentimiento de culpa e incomodidad que solo ocupa un espacio incómodo y displacentero en tu mente y tu cuerpo.