Una discusión es un intercambio de opiniones, no una batalla campal. Para evitar herir al contrario, debemos recordar que le queremos. Aquí te comparto 7 reglas de oro para discutir civilizadamente, fomentando la comunicación directa y la resolución de conflictos.
Todas las parejas discuten, aunque lo nieguen. Pero lo importante no es hacerlo, sino cómo lo hacen y la forma en que lo resuelven.
Discutir con la pareja no solo puede ayudarnos a resolver algunos conflictos, también puede darnos más años de vida. Según una investigación, divulgada por la revista “Journal of Family Comunication”, los matrimonios en los que sus miembros se callan su indignación pueden sufrir una muerte prematura. Además, no siempre es bueno morderse la lengua y aguantarse la frustración para no emprender una nueva ‘batalla’. La clave está en saber decir las cosas y ser consecuente.
De hecho, en las parejas en las que uno o los dos manifiestan sus sentimientos y sus protestas y resuelven los conflictos, la longevidad es mayor.
“Cuando uno reprime su ira, oculta su resentimiento y no trata de resolver el problema, entonces hay problemas”, explica Ernest Harburg, profesor de la Universidad de Michigan y director del estudio.
Pero, ¡cuidado! Discutir no tiene sentido si solo lo hacemos para desahogarnos, soltar sapos y culebras por la boca y liberar el estrés. Hay que buscar siempre lo positivo de una discusión, en qué hemos fallado, cómo podemos evitar que vuelva a suceder o cómo hacer que la próxima vez sea menos grave.
Para que sirva de algo…
Identificar el verdadero motivo que nos preocupa, no el que ha generado la discusión, que puede ser cualquier tontería como olvidarse de comprar el pan, poner la lavadora o llamar para avisar que llegas más tarde. En la mayoría de los casos, hay un trasfondo  que debemos ser capaces de sacar a la superficie. Bien sea que nos sentimos, menospreciados, ofendidos, calumniados, ignorados, que parece que el otro no nos escucha porque siempre se le olvida todo, que no nos tiene en consideración, etc.
“No pasa nada”. Una frase que, pronunciada por uno u otro, oculta algo. Pasarse días enojado, mal encarado y sin hablar no es bueno. Hay que ser francos y plantear cara a cara a la realidad aunque tengamos miedo a lo que pueda pensar el otro. Es mucho peor quedarse esperando a que descubran qué nos pasa.
Reconocer la culpa y pedir perdón. Nadie es perfecto y puede que se nos vaya la fuerza por la boca o perdamos las formas y cordura. Mucho cuidado con invadir el espacio del otro acercándonos demasiado, elevar el tono de voz y mostrar conductas agresivas que intimiden. Esas salidas de tono dejan su pozo en la relación el cual poco a poco se va convirtiendo en gran abismo, es mejor rectificar cuando antes y dejar atrás el orgullo.
Tener la última palabra. Una discusión  no debe ser una competencia en la que luchemos para ganar, quedar por encima del otro, y apuntarnos un triunfo en nuestro marcador. Deja hablar al otro y no le interrumpas. El objetivo no es terminar diciendo: “Te lo dije, ¿ves cómo yo tenía razón?”
Cambiar al otro a toda costa. Cuando te enamoraste, te gustaba como era. Si ahora te molesta todo de él o ella, no soportas sus manías o eres incapaz de respetar sus ideas y personalidad, y le amenazas con cositas tipo: “si no dejas de hacer esto o aquello mejor cada uno por su lado”… quizá es el momento de replantearse la relación, ¿no crees?
Negociar, negociar y negociar. Ya sé que suena absurdo, que lo suyo no es un negocio ni se fundamenta en un pacto empresarial, sin embargo déjame decirte que hasta cierto punto si lo es, sin embargo, debe ser un negocio que beneficie a ambos en el buen sentido de la palabra, o sea que ambos disfruten de los grandes momentos y emociones que envuelven a una relación, así como tener ambos la madurez de enfrentar y resolver adecuadamente las situaciones difíciles que se van presentando en el camino y para ello, la clave está en la diplomacia y en saber ceder fifty-fifty; es decir, a partes iguales.
Llegar a una conclusión. Tendrán que pensar en soluciones positivas y en cómo evitar que se vuelva a repetir. Valorar si la solución será a corto o largo plazo, si es beneficiosa para ambos o solo para uno y si es muy difícil de llevar a cabo o no.
Al final, debes tener tu final feliz, un abrazo intenso y sincero (por ambas partes, sin ganadores ni perdedores) que simbolice el compromiso que han adquirido. No repetir errores,  mostrarse firmes, pero tolerantes y conceder un tiempo para hacer efectivos los cambios, recuerda que así como tuvo su proceso el estar afectando la relación, también lleva su proceso el re-construirla, nada es mágico y depende de la actitud, entusiasmo, amor, tolerancia y empatía de ambos.