El bien y el mal propio, piénsalo detenidamente, no existe más que en tu propia voluntad, porque todos llegamos a ser lo que son y lo que generan nuestras decisiones y nuestra voluntad en el día a día de nuestra existencia.
Somos nosotros los que, con la forma de ver y de vivir los acontecimientos, nos vamos granjeando nuestra felicidad o desdicha. Por eso estoy convencida en que el ser humano es el que da realmente valor a las cosas y a los acontecimientos que vive, y el que, en definitiva, se tiene que dar valor a sí mismo y a su propia existencia.
Ya epicteto nos advertía de que si queríamos algo bueno, deberíamos buscarlo en nosotros mismos. Por eso, hoy quiero poner el acento en la idea de entender que solamente siendo nuestros propios mejores amigos y consejeros, y reconociendo que es nuestra forma de pensar, sentir y actuar la que concede mayor importancia y valor a lo que vivimos, estaremos en lo correcto.
Cómo cambiarían nuestras vidas si supiéramos llevar día con día esta esencial sabiduría. Cada persona elige su propio destino a cada instante con sus pensamientos, sentimientos y actitudes, sin embargo es más cómodo y también irresponsable culpar a los demás de las propias carencias y desgracias. Tampoco es correcto acusarse a sí mismo porque en realidad es la forma en que leemos e interpretamos los acontecimientos lo que nos hace felices o desgraciados. En definitiva, todo es cuestión de aprendizaje, de sabiduría, de saber perder el miedo que nos paraliza y atrapa a todos y dedicarnos a ¡vivir!
La Psicología positiva nos ha proporcionado motivos para la esperanza al demostrarnos que es nuestra propia actitud, la confianza que tenemos en nosotros mismos y la firmeza en nuestros propósitos, junto con el hecho de poner todos los medios a nuestro alcance y el mayor entusiasmo y tenacidad inteligente, lo que hace posible que seamos los reyes de la creación.
Hoy sabemos que hemos llegado hasta este siglo en evolución y en progreso porque nuestros ancestros, jamás se dieron por vencidos y no cesaron en su empeño, creando e imaginando cosas nuevas, sin ponerse jamás límites.
En el disco duro de nuestro cerebro está grabada a fuego esa esperanza sin límites y esa confianza a toda prueba de que los humanos somos los que hemos creado la propia vida y el desarrollo del que hoy disfrutamos.
Somos la medida de todo…Tenemos sobradas razones para sentirnos entusiasmados y orgullosos porque, aunque es verdad que hemos cometido infinidad de errores y tenemos incontables carencias, no hay especie conocida que haya igualado a la humana. Por lo tanto estarán de acuerdo conmigo en que hoy por hoy, el ser humano es la medida de todas las cosas. Somos creadores por naturaleza., hemos transformado nuestras vidas y el mundo en que vivimos.
Verdaderamente las cosas valen lo que nosotros les hacemos valer. Somos leyenda y sueño que nunca puede desaparecer., sin el ser humano, sin nuestra apreciación y nuestros sueños, el mundo y cuanto existe se quedaría sin grandeza.
Esto no debe darnos pie para el engreimiento y la soberbia sino para sentirnos dignos y valiosos y confiar en nuestras posibilidades.
Con toda razón Terencio, poeta latino que vivió casi dos siglos antes de nuestra era, afirmaba: “Las cosas valen lo que vale el corazón del que las posee: son bienes para quienes saben usar bien de ellas y males para quienes hacen mal uso”.
Si en lugar de hablar de cosas hablamos de personas, con mayor motivo tenemos que pensar que con nuestras actitudes y palabras podemos hacer que nuestros semejantes se sientan valiosos e importantes y les ayudemos a darse valor y mayor aprecio a sí mismos.
Es verdad que cualquiera se siente más vivo, con mayor ilusión, entusiasmo y confianza en sí mismo para vivir cuando alguien le admira, reconoce sus méritos, le alaba y le considera importante y valioso. Por eso es tan determinante la admiración y el reconocimiento y, en el caso del amor, siempre termina cuando termina la admiración.
No hay mayor bien para alguien que el ser valorado, admirado y reconocido. En buena medida es innegable que también las personas valemos lo que siente el corazón de quienes tenemos cerca.