Tocar puertas y no recibir respuesta, titubear respecto a su proyecto de vida, dejar transcurrir el tiempo, esperar… El escenario de estos jóvenes está lleno de incertidumbre y poca motivación. ¿Qué consecuencias tiene en su bienestar?
“Ni estudian, ni trabajan”. Ni crecen, ni abandonan el nido familiar, ni encuentran el impulso que suele requerirse para poder independizarse tanto económica como emocionalmente: Son los “ninis”. Este término, nacido en España, es también empleado en Occidente y representa en nuestro país un fenómeno social, surgido como consecuencia de la falta de oportunidades profesionales, entre otros factores. Dicho grupo abarca a las mujeres y los hombre entre 18 y 29 años, generalmente de clase media, que no realizan estudios formales ni cuentan con un empleo permanente, a veces por circunstancias ajenas a ellos, y otras debido al miedo que les provoca dar “el gran salto”.
¿La raíz de este problema?
Gran parte de esta situación es resultado del tipo de cultura en el que vivimos: “Mucho viene de la familia muégano”, sumamente común en México., la madre, que ofrece el amor y el cuidado, satisface de forma inmediata las necesidades de sus hijos desde pequeños, sin darles oportunidad de asimilar que no siempre es posible obtener todo lo que desean. Esto provoca que los jóvenes se sientan demasiado cómodos y que, por ende, no sepan cómo tolerar la frustración que conlleva el acto de convertirse en adultos”.
Lazos similares
“Ni adultos, ni independientes”…Las mujeres y los hombres de este grupo suelen ser idealistas y creer que no depende de ellos buscar una solución a sus problemas. “Les cuesta trabajo establecer metas a largo plazo y asimilar los fracasos”, viven protegidos dentro de una burbuja colectiva, que se identifican con personas similares a ellos y eso, en lugar de motivarlos, los estanca en la misma situación. “Encuentran en su grupo social un refugio para no tener que tomar las riendas de su existencia”.
La mala educación
Depresión, mal humor, poca tolerancia al fracaso, apatía…las secuelas emocionales provocadas por no tener un proyecto establecido (o, en caso de poseerlo, no poder ejercerlo) son infinitas. Y éstas se incrementan al estar inmersos en un sistema educativo que, en lugar de promover la formación como un beneficio personal, la pintan como una obligación, ya que en la actualidad se exige a los jóvenes obtener buenas calificaciones sin verificar en muchos de los casos si están realmente aprendiendo o no. Los maestros piden resultados inmediatos, pero rara vez invitan a la reflexión. La pregunta, ¿para qué me preparo? Surge desde la infancia…y, en muchos casos, nunca es resuelta.
Por lo tanto, al fortalecer la educación y hacer que ellos se enfrenten al entorno cuando aún están en su adolescencia es más posible ayudarlos a ejercitar la habilidad de encarar los retos y a definir que quieren de la vida. Está en los padres y en las instituciones otorgarles mayor independencia para que ellos decidan que desean y, entonces, descubran que gran parte del cambio depende de su actitud