PENSAMIENTO MÁGICO

“El pensamiento es una función cognoscitiva cuya meta es darle un sentido a lo percibido; de esta manera el mundo se convierte en algo personal, único. Sin embargo, la interpretación subjetiva del mundo no siempre es lógica, racional; se acompaña de otro tipo de valoración llamada pensamiento mágico. Ambos pueden coexistir sin problemas ya que no todo lo percibido puede ser explicado por los mecanismos de la razón. Por más concreto que sea el pensamiento siempre existirá la pregunta sobre lo que está más allá.

El pensamiento mágico alimenta la mente del niño ayudándolo a imaginar y a jugar con personajes e historias ilusorias. En el adulto su función es darle un sentido a la trascendencia, a la continuidad de la vida luego de la muerte, a la interpretación de circunstancias vitales que podrían tener una lectura asignada por “la ley del universo”, las malas o las buenas energías, la creencia en divinidades o fenómenos incomprensibles por la mente racional. Por lo tanto para la psicología el pensamiento mágico es necesario para darle sentido a la incertidumbre de la vida.

En síntesis, si existen creencias para explicar lo inabarcable por la lógica nos sentiremos más seguros y quizá, cada uno de los actos que realicemos para crecer, para desarrollarnos, encuentre en el pensamiento mágico un aliado para creer que nada fue en vano.

Somos sujetos con capacidades físicas, psíquicas y espirituales, y esta tercera dimensión espiritual estará presente en mayor o menor medida en todos los humanos. Pero como todo en la vida, los extremos no son saludables. Existen personas que hacen uso del pensamiento mágico para dirigir sus vidas, creen en forma inexorable en fuerzas superiores (divinidades, energías, planetas, ondas externas, el destino, el universo, etc.) a las que es difícil escapar y que hay que obedecer, impidiendo una catástrofe o la mala suerte. Dichas creencias pueden generar diferentes sentimientos: desde tranquilidad para quitar la responsabilidad sobre las propias acciones ya que todo depende de un ente superior, hasta angustia por tener que cumplir con rituales para evitar una desgracia.

Existen personalidades más vulnerables al pensamiento mágico y sus consecuencias. Los rasgos de ingenuidad, sugestión, temor y dependencia al otro llevan a consultar a brujas, tarotistas, videntes, etc., para que les den pistas del porqué de sus desgracias y qué deberían hacer para evitarlas. El rasgo dependiente aparece en las diferentes relaciones, fundamentalmente en las amorosas, y en estos casos, habrá que defenderse de un tercero que intercede con “ataduras” u otro tipo de daño. En otros casos, la persona tendrá que realizar una serie de rituales para que no se consuma una desgracia. Este tipo de creencia es la base de la superstición que conjuga lo mágico con la trasmisión de generación en generación de comportamientos que “atraen el mal” (pasar por debajo de la escalera, la herradura en la puerta, etc.).

Las personalidades obsesivas repiten rituales (lavarse las manos, limpiar, verificar el gas, etc.). Los obsesivos (TOC) son una muestra de cómo el pensamiento mágico supera el control racional, ya que la persona se da cuenta de lo absurdo de ese pensamiento intruso, pero no puede dejar de hacer cosas para contrarrestarlo. Las personas que hacen abuso del pensamiento mágico usan en forma inconsciente las leyes de la razón para explicar lo que en origen es irracional. Lo incierto se convierte en patrones inamovibles, en creencias que dominan la conducta. Son personalidades que defienden su mirada sobre el mundo explicando con argumentos pseudocientíficos fenómenos que aún no pueden ser abarcados por el conocimiento empírico. Como decía antes, una cosa es tener ideas sobre cómo entender lo que está fuera de la realidad concreta y otra es sostener en forma rígida conceptos que ya están verificados por la ciencia o todavía están en el campo de lo teórico.

El origen del pensamiento mágico está en el desarrollo de psiquismo; a medida que el bebé crece no solo se diferencia del medio (aproximadamente a los 8 meses comienza a “darse cuenta” de que existe un entorno que está fuera y se diferencia de él). Desde ese momento crucial todas las experiencias vividas serán procesadas por el pensamiento otorgándole un sentido personal al mundo (“mis padres, mis juguetes, mis dolores de panza, mis ganas de jugar”, etc.). Así mismo comenzarán a parecer las fantasías, y el mundo de la imaginación tendrá un lugar destacado en este proceso de construcción del mundo propio.

No se sabe si el pensamiento mágico está determinado genéticamente o es producto de la interacción con el medio circundante. Si se puede decir que la capacidad de pensar está en los genes y que precisa de la influencia del medio para madurar. Los estímulos externos serán fundamentales para este proceso. Se sabe que la desnutrición alimentaria y afectiva retrasan o dañan este camino de crecimiento”.