Si tú eres de los que siempre están preocupados por alimentarse de forma equilibrada, de hacer ejercicio para estilizar su cuerpo, de vestirse adecuadamente para lucir bien., ¿Te has detenido a pensar  que no solo obtenemos nuestros nutrientes a partir de lo que comemos? También nos alimentamos del aire que respiramos, de la música que escuchamos, de los programas que vemos o libros que leemos, de las impresiones sensoriales y de los vínculos que establecemos. Y de la misma manera que nos nutren, también pueden convertirse en fuente de toxicidad.

El aire viciado, la contaminación acústica o la visual pueden enfermarnos tanto como ingerir alimentos grasosos o en mal estado. Lo mismo sucede con nuestras relaciones.

Cuando te hablo de relaciones, me refiero a algo químico, a algo sensorial, a algo que no puedes tocar ni ver, a algo energético que solo está ahí esperando invadirte, ya sea de forma sutil y encantadora o de forma agresiva y dañina. No se trata, salvo casos extremos, de que alguien en sí mismo, ejerza sobre nosotros una influencia destructiva sino de la forma en que podemos, a cada momento, combinar nuestra presencia con las otras., del modo de armonizarnos o trastornarnos.

No se trata de acusar a nadie, pues cada uno es como es y trae consigo lo que tiene. Es nuestra responsabilidad aprender a discernir, en cada momento, qué somos capaces de metabolizar y qué no.

Se trata de un ajuste variable. En este caso, la sabiduría es casi orgánica. Debes aprender a acercarte a aquello que te nutre y a poner distancia de lo que te envenena, aún a sabiendas de que lo sabes, no te hablo de términos absolutos sino relativos a tus circunstancias concretas.

Del mismo modo que los alimentos te nutren en la medida en que los combinas de forma equilibrada, y que incluso el agua puede intoxicarte si la bebes en exceso, a si mismo debes conocerte y saber cuando a veces puedas, y otras no, encontrarte con los demás. (Verifica tu estado de ánimo y reconócelo)

Estar con otro exige un contacto sensible, para lo cual debes estar disponible de verdad. Pero a veces si te sientes tan abierto y en carne viva que todo te duele (demasiado sensible). Y, a veces tan cerrado y aislado que nada te llega, nada sale de ti (mal humorado, deprimido, apático, etc.). Entonces significa que no estás disponible. Solo tú puedes calibrar tu disponibilidad. Si haces lo que no puedes te lastimarás o lastimarás a alguien.

Estar junto a algunas personas puede hacerte bien. Del mismo modo abstenerte de estar con otras también puede ser muy positivo para ti. Sensibilidad para percibir y respeto para actuar, tanto hacia ti como hacia los demás., esa parece ser la clave para armonizar nuestro estar junto a los otros.

Es por eso que te invito a que reflexiones y analices constantemente tu estado de ánimo, siente tu propia química, qué olor expides, cómo respiras, que color vistes el día de hoy, cuántas sonrisas estás dispuesto a brindar, cuántos abrazos quieres hoy compartir, qué tipo de música estás escuchando, qué libro estás leyendo, qué programas estás viendo, ¿te sientes en armonía con el ambiente? Y en base a eso te darás cuenta como te perciben los demás.